domingo, 19 de julio de 2009

HUMILDAD Y SERVICIO FRATERNAL


Se levantó de la cena, se quitó su manto y, tomando una toalla, se la ciñó. Luego puso agua en una vasija y comenzó a lavar los pies de los discípulos y a secarlos con la toalla con que estaba ceñido. Cuando llegó a Simón Pedro, este le dijo: —Señor, ¿tú me lavarás los pies?
Respondió Jesús y le dijo:
Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora, pero lo entenderás después. Pedro le dijo:
—No me lavarás los pies jamás.
Jesús le respondió:
Si no te lavo, no tendrás parte conmigo.
Le dijo Simón Pedro:
—Señor, no solo mis pies, sino también las manos y la cabeza.
Jesús le dijo:
El que está lavado no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos.
Él sabía quién lo iba a entregar; por eso dijo: «No estáis limpios todos».
Así que, después que les lavó los pies, tomó su manto, volvió a la mesa y les dijo:
¿Sabéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros, porque ejemplo os he dado para que, como yo os he hecho, vosotros también hagáis. De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que lo envió. Si sabéis estas cosas, bienaventurados sois si las hacéis.

Para muchos es un capitulo muy conocido. Muchas enseñanzas podemos extractar de este capitulo. Este es un claro ejemplo de humildad y servicio fraternal.
A través del tiempo y sobre todo hoy, la iglesia necesita de servidores humildes, y no autoproclamadores de obras en el evangelio.
Dios nos enseña a lavar los pies de los demás. A entregarnos a ese amor entre hermanos. Recordemos que El muda las edades y los tiempos, quita reyes y pone reyes, da sabiduría a los sabios y ciencia a los entendidos.

Que el Dios de Israel te continúe bendiciendo.